Leer las etiquetas de lo que comemos se ha convertido en un ejercicio de responsabilidad para saber con qué nos estamos alimentando en realidad
Existen false friends en nuestra alimentaciòn y la mayoría los podemos encontrar en el supermercado si nos paramos a leer las etiquetas de lo que estamos metiendo en el carrito. Y es que hay muchos alimentos que por su nombre parecen una cosa, pero que en su etiqueta nos revelan que son otra completamente distinta.Toda esta trampa responde a las leyes del marketing para que compremos un producto en lugar de otro, pero puedes evitar caer en ella solamente con dedicarle unos segundos a leer la etiqueta de ingredientes y composición del producto y así reconocer los alimentos que realmente nutren.
Por regla general, esta práctica es algo que pasamos por alto al ir a la compra siempre con bastantes prisas, y vamos a ser sinceros: a la tarea de leer se le une la de comprender lo que estamos leyendo, que en muchos casos es complicado debido a la complejidad de los términos que utilizan algunas marcas.
Pero, aún así, siempre hay semáforos rojos, signos de alerta que deberían llamar nuestra atención y ponernos en guardia, como en el caso de los asteriscos. Si después de un eslogan o una palabra ves un asterisco, corre a leer la letra pequeña en la etiqueta por que ahí está la trampa. Por ejemplo, si está etiquetado como aceite de oliva virgen extra*, de primeras vamos a entender que solamente se ha utilizado ese tipo de aceite en su elaboración, pero al leer la explicación del asterisco en letra pequeña quizás nos encontremos con que solo un pequeño porcentaje de los aceites empleados son de oliva virgen extra. Algunos ejemplos llaman más la atención que otros. Aquí hemos recopilado un listado de los 10 false friends.
Los zumos de frutas
Ojo, porque la mayoría de los zumos que bebemos no son zumos, son néctares. ¿Y cuál es la diferencia entre unos y otros? Pues el porcentaje de frutas que se emplea en su elaboración. En los néctares, aunque sean incluso más caros, solo la mitad del producto es fruta. La otra mitad se reduce a agua con azúcar u otros edulcorantes artificiales.
La carne picada
Si no eres de los que compra la carne picada en la carnicería, viendo como el carnicero coge la pieza que va a picar delante tuyo porque sale algo más caro, te recomendamos que leas la etiqueta. La carne picada que compramos ya en bandeja puede no ser la carne que te esperas. Suele ser un preparado que, dependiendo de la calidad y el precio, contiene carne entre un 65% y un 90%. ¿Y qué es el resto? Pues una mezcla a base de espesantes, proteínas de soja, almidón, conservantes y colorantes. Además la proporción de grasa suele ser mayor. Vistos estos porcentajes, quizás sale más caro este tipo de carnes de bandeja, ya que no estás comprando tanta cantidad de carne como crees.
Calamares congelados
Parecen anillas de calamar, pero lo que nos solemos encontrar son anillas de pota. La pota pertenece a la misma familia que el calamar, pero es otra especie más grande y también más dura. Para contrarrestar esta dureza, es sometida a un proceso para hacerla más blanda, tierna y blanca a base de agua y fosfatos. Por ello, es más barata que el calamar y, por ello también, está indicado claramente en la bolsa, aunque sea en un segundo plano.
Palitos de cangrejo
Palitos, sí. De cangrejo… no tanto. Estos palitos suelen estar hechos a base de surimi, una sustancia que viene desde Japón y que se fabrica desde hace siglos. El surimi se consigue con la repetición de un proceso de lavado de diversos pescados (e incluso pollo) hasta que se consigue una pasta gelatinosa. A esa pasta se le añaden aditivos y potenciadores del sabor, además de colorantes y conservantes para darle ese tono naranja de la carne de cangrejo.
El jamón York
Es la gran pregunta: ¿son tan malos los embutidos? Pues depende, pero lo que sí está claro es que bajo la denominación York, puedes encontrar otros tipos de carne de cerdo, pero nunca jamón. El jamón se elabora con la carne de las patas traseras del cerdo, mientras que el York suele estar hecho de la misma forma, pero utilizando la carne de otras partes menos nobles y más baratas. Y ojo con los adjetivos tipo “extra jugoso”: según la OCU, es de menos calidad ya que, en este caso, nos encontramos menos carne y más agua.
Chocolate blanco
¡Atención, golosos! Si te encanta en chocolate blanco, es bueno que sepas que lo que te estás metiendo en la boca no tiene nada de chocolate. El chocolate se consigue gracias al cacao, y lo único que lleva el chocolate blanco es manteca de cacao. Básicamente nos encontramos delante de una mezcla de manteca, leche, azúcares y aromas. Según la normativa europea, debe contener un mínimo del 20% de manteca de cacao y al menos un 14% de sólidos lácteos y 3,5% de grasa de leche ¿pero qué es todo lo demás? Pues azúcar y otros edulcorantes. Pero cacao, por ningún lado.
Queso rallado para gratinar
Si eres de los que come queso hasta en la ducha, si le echas queso al 50% de tus comidas para más tarde fundirlo o gratinarlo, a lo mejor es que no te gusta tanto el queso. Ese queso rallado, no es queso: se trata de un producto lácteo a base de grasas vegetales bastante más baratas que la grasa láctea.
Patatas fritas de bolsa
Ya sabemos que las patatas, debido a su composición rica en azúcares y grasas saturadas, nunca formarán parte de la selección de snacks saludables que debas llevarte al trabajo. Pero, además, nos encontramos con que apenas llevan patata. Para ser más exactos, menos de la mitad de su composición es patata. El resto está compuesto por otras sustancias como la harina de arroz, almidón de trigo, aceites vegetales, especias y sal.
Trozos de bacon
Muchos de esos paquetitos de bacon que compramos para freírlos y acompañar unas patatas o unos espaguetis, no son el bacon que conocemos. Se trata de trozos de harina de soja con potenciadores del sabor que imitan al del bacon real y un porcentaje mínimo de bacon real.
Miel
La miel, a pesar de tener un alto índice glucémico, es un alimento muy sano pero también es caro. Por ello, hay que tener cuidado con la miel que de repente encontramos mucho más barata que otras. Los productores nacionales de miel han denunciado estos bajos costes como sospecha de que podemos encontrarnos ante miel alterada. Pero esto no solo pasa en nuestro país. La plataforma Food Safety News, que se dedica a avisar sobre fraudes y engaños relaciondos con la seguridad de los alimentos, avisaba de que un 76% de la miel que podía comprarse en los supermercados había sido tratada con un proceso denominado ultra filtración que impedía rastrear su origen.