Esperar es una manera de no vivir. Se nos va la vida en eternas esperas, consientes o inconscientes.
Esa parte inmadura que todos tenemos, niños tozudos y caprichosos, crean un espacio sin tiempo aparente, donde el Ser no advierte que sobrevive mientras espera…
¿y qué espera?
Que el otro cambie.
Que la vida cambie, que las situaciones cambien.
Que el sentir cambie.
Aguanto un poco más, le pongo un poco más, manipulo un poco más, lucho un poco más, lloro y me deprimo un poco más, me ilusiono un poco más ….
Y entre poco más y poco más… pasan años, en sórdidas insistencias.
Cuando él se dé cuenta, yo seré feliz.
Cuando ella comprenda al fin tendré paz, cuando mi jefe se vaya ahí si disfrutare de mi trabajo, cuando los haya terminado de cuidar mis viejos me valorarán, cuando los chicos crezcan, ahí poder descansar …
Quedamos atados a vivencias, y nos cuesta soltarlas, pues sin darnos cuenta aun albergamos esa necia esperanza ilusoria, que en algún momento va a ser distinto.
Esperamos días a que llegue el viernes, esperamos meses a que llegue el calor, esperamos años a que nuestra pareja cambie, esperamos una vida completa a que el amor que no nos dieron al fin nos llegue y nos calme ese vacío interior.
Y no llega, y no cambia, y no lo sentimos, pero empecinados, sostenemos la espera.
Esperar es una manera mas de evadirnos, es una forma sutil de manipularnos a nosotros mismos, es la modalidad adulta del capricho infantil, la manera en la que aprendemos a no enfrentar la realidad, a contarnos cuentos de novela que en la vida concreta no se dan.
Hay que acabar con la espera, y para eso, se requiere honestidad, ver las cosas tal cual son, reconocer a las personas en su completa individualidad, no esperar que el otro me calme mi necesidad.
Y quizás lo mas importante: aquello que estoy esperando, me lo comienzo a dar.
Si quiero mas atención, me la doy a mí misma.
Si quiero mas cariño comienzo a ser cariñosa conmigo, si quiero comprensión, me pongo en la tarea de comprenderme, si quiero paz, me la doy.
Si quiero sentirme elegida, me elijo yo, hago las paces conmigo, me acepto, me integro y recupero mi capacidad de vivir mi propia vida, soltando la eterna espera.
Vuelvo al aquí y ahora, a mi propia vida, suelto las dependencias y las necesidades de fuera, me autocontengo dentro, enriquezco mi vida interior y creo mis propias circunstancias armónicas en mi exterior.
Dejar de esperar, nos reconecta con la vida.
Nos devuelve al presente lleno de posibilidades, nos ayuda a madurar y a soltar los caprichos e ilusiones infantiles de amores incondicionales que ya en la vida adulta, solo me lo puedo dar a mi misma.
Carolina Wilches – Yo Soy Gaia